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La casa de la abuela

Hacer turismo es una de las actividades más gratif ica ntes. P uede ser desde un viaje de dos días a 100 kilómetros de casa, hasta cruzar el océano en busca de lejanos países o tierras extrañas. En todos los casos, siempre hay un interés que nos moviliza. Puede ser turismo de aventura con excursiones extremas, turismo gastronómico por rutas temáticas, turismo cultural por antiguos sitios históricos, turismo religioso o el interés que cada uno llegue a priorizar. En mi caso, llegué a España movido por un interés especial: la búsqueda de mis raíces. Desde muy chiquito mi abuela Inocenta, española de pura raza, me entretenía con historias de su pueblo natal: El Real de San Vicente. Lugar donde nació en 1897 y donde vivió hasta 1912, fecha en la que se embarcó rumbo a la Argentina.

Desde allí no hubo más contactos con el pueblo, ni tampoco nadie a quien preguntar. Revolv iendo entre los recuerdos de mi madre apareció, de milagro, una antigua copia de la partida de nacimiento de la abuela, algo así como un papiro egipcio donde apenas se leía un domicilio: Los Caños 31. Esa era toda la información.

Abordamos con mi esposa el primer tren a Talavera de la Reina, la ciudad más cercana al pueblo, donde contactamos a un taxista que accedió a llevarnos y allí partimos con toda mi ilusión.

Mientras transitábamos por un estrecho camino entre valles y serranías, el taxista me hizo saber que pertenecía al vecino pueblo de La Hinojosa, por lo que evocando a mi profesor de literatura del secundario, le recité unas estrofas en castellano antiguo, del poema “La Vaquera de la Finojosa”. El hombre quedó tan emocionado ante semejante demostración, que nos llevó a conocer su casa y hasta se resistió a cobrarnos el viaje.

Finalmente llegamos a destino, un bello y pintoresco pueblo de montaña, con apenas hoy 900 habitantes permanentes, casi todos ellos de muy avanzada edad.

El taxi nos dejó en la pequeña plaza y nos cruzamos hasta el edificio comunal en busca de antecedentes de la época de la abuela, pero allí nos informaron que sus primeros registros databan de 1930.

Iniciamos nuestro recorrido por estrechas calles serpenteantes que subían y bajaban copiando la topografía del lugar. Antiguas casas de piedra se alternaban con construcciones más actuales, en perfecta armonía y respeto por el entorno.

Una especie de tranqueras situadas en ciertas esquinas llamaron nuestra atención. Después nos enteramos de que, durante las fiestas del pueblo, se realizaban sueltas de toros que debían ser conducidos hasta la plaza central.

Continuamos nuestra búsqueda hasta que, en una de esas vueltas, nos topamos con la iglesia, sólida construcción de piedra que data de varios siglos, con un imponente campanario que domina todo el valle. Supuse que allí bautizaron a la abuela y a sus siete hermanos, pero tampoco logramos acceder a los registros parroquiales ni encontramos a nadie a quien preguntar.

Continuamos así con nuestro recorrido, subiendo y bajando pendientes, de un extremo al otro del pueblo, preguntando aquí y allá a los pocos habitantes del lugar.

No faltaron unas cañas y unos pinchos (léase cervezas y tortillas) con sándwiches de jamón crudo en el único bar del pueblo. Tampoco una fotografía con dos simpáticos borrachos locales, quienes se empeñaron en posar para nosotros. Y hasta una señora argentina, que reconoció nuestro acento, nos invitó a su casa a merendar.

Ya nos estábamos sintiendo identificados con el pueblo, pero pese a nuestro insistente deambular la casa no aparecía…

Casi al punto de rendirnos, en una calle que ya habíamos recorrido, descubrimos que nacía una pequeña cortada con media docena de casitas… Los Caños 31, estaba allí! ¡La casa de la abuela! Pintados de blanco, con pequeñas aberturas, coronados por rústicas tejas y con su entrada cobijada por un centenario parral, encontramos esos eternos muros, hoy mudos testigos de las historias de la abuela.

Otrora habitada pero hoy silenciosa, presente y pasado en un mismo momento. Un par de lágrimas y un aluvión de recuerdos que se apoderó de mi mente.

Con una emoción indescriptible, mezcla de nostalgia con felicidad, emprendimos el regreso con nuestro amigo el taxista.

PESCA

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2022-01-07T08:00:00.0000000Z

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