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Tarariras: reinas de los pantanos.

Del Delta a Oyarvide las tarariras están escaseando en muchos ámbitos, pero siguen presentes en cantidad y calidad en el Río de la Plata.

Por Wilmar Merino.

Del Delta a Oyarvide las taruchas están escaseando en muchos ámbitos, pero siguen presentes en cantidad y calidad en el Río de la Plata.

Años atrás, la tararira era un pez casi despreciado. Los pesqueros que empezaron a cobrar por pesca rlas, como algunas lagunas de Bragado, tenían la resistencia de aficionados que decían que este pez no lo valía, “que es plaga, que se pesca en cualquier zanja”. Las revistas no solían ponerla en tapa, considerando esta combativa especie como un pez poco digno de semejante honor. En fin, hoy que las buscamos por todos lados y las encontramos cada vez en menos ámbitos, muchos las extrañamos y viajamos más para pescarlas en ambientes que suelen estar degradados, faltos de agua o colados por redes comerciales.

Pero quienes vivimos cerca del Río de la Plata sabemos que éste mar dulce es una bendición que siempre nos aporta alternativas. Y si de tarariras hablamos, el borde exterior del Delta y los callejones de las islas Solís y Oyarvide, muy cerquita de la Martín García, son la patria de la tararira, porque nos ofrecen una variedad de ambientes que nos permiten pescarlas con distintas técnicas.

El guía elegido para ir por nuestras queridas Hoplias Argentinensis, que tan bien ponderó aquél prócer llamado Roberto Zapico Antuña en los 60 (llamándolas “mi maestra de spinning”), fue Lucas Dini, quien con sus compañeros de aventuras Javier Hermann y Juan Buero acortaron todos los caminos al éxito en una temporada por demás irregular, con un clima que no terminaba de afianzarse al momento de este relevamiento.

Pa rtimos de Sa n Fernando en una comodísima Regnícoli Marea equipada con motor eléctrico en su parte delantera, un elemento fundamental que pocos guías tienen y que permite una búsqueda silenciosa en arroyos cerrados, sin ocasionar disturbios que espanten las potenciales presas.

Cuando Eolo manda

Las condiciones climáticas del día, con fuerte viento y creciente por la mañana, pero aminorando y bajando después del mediodía, condicionaron la estrategia de pesca. Convinimos, a sugerencia del guía, probar suerte en arroyos del borde exterior del Delta para luego cruzarnos hasta el destino final: los pasillos entre juncos de la Oyarvide y la Solís, que rinden cuando hay bajante y las tarus quedan encajonadas. Pero claro, eso implica un ejercicio en el que el guía debe saber cómo entrar a ellos, pues suele haber

bancos en los ingresos. Y no solo entrar, sino calcular el movimiento de mareas para saber cuándo hay que salir y no terminar todos abajo empujando la embarcación.

De la carnada al anzuelo

Pero vamos por partes. En esta travesía elegimos hacer los primeros intentos en el falso Diablo, un point taruchero que siempre rinde. Tras una hora de golpes constantes con señuelos y cucharas con goma sin resultados, decidimos parar a almorzar temprano bajo unos árboles y tirar unas cañas con carnada natural (bagres amarillos y sábalos) tanto a flote como a fondo. Las taruchas estaban. Tanto en las de flote como en las de fondo, hubo piques y soberbias capturas. Sin embargo, Juan y Javier, que seguían tirando señuelos, no tenían respuestas. Terminamos el almuerzo, bastante interrumpido (¡por suerte!) por los piques, y continuamos trabajando a motor eléctrico y probando suerte con señuelos. Allí sí, pasado el mediodía empezamos a tener suerte con ejemplares de kilo y medio promedio. El primero fue Javier Hermann, con un señuelo antienganche de superficie que le tomó una tararira ni bien tocó el agua pegadito a la barranca. Luego seguimos pinchando tarus todos los demás, salvo Lucas que, atendiendo al motor, era el que se privaba de la diversión

pero nos hacía pescar a todos.

F ina l mente, cr uza mos el charco en un Riopla bastante movido todavía por el viento que no aflojaba, y empezamos a encontrar magníficas entradas de agua, que si bien impedían el ingreso de la lancha, nos permitían bajar con zapatillas de vadeo y caminar por el cordón de barro entre el agua y los juncos, pescando tarariras de las buenas allí donde quedan amontonadas cuando la bajante no les deja otra alternativa que el canal de desagüe de las islas.

Pasillos “mágicos”

Era notorio ver como, internándonos en esos pasillos mágicos, hacíamos 200 o 300 m sin respuestas hasta que luego los piques se concentaban en una pequeña franja. En 50 m, trabajando tres pescadores y haciendo barullo con las capturas, las tarangas parecían no molestarse y esperaban que les pasase cerca el señuelo para atacar. Por desgracia esta vez había que peinarles la ñata bajando casi al barro y no hubo ataques en superficie. Pero eso, seguramente, se irá corrigiendo a medida que el clima vaya aumentando las temperaturas y calentando más el agua.

Esta es una pesca fatigosa, pero que nos sumergen en la más plena naturaleza, pescando en paisajes maravillosos y respirando el pulso profundo del Delta y su maravillosa avifauna y vida íctica. Aquí sí hubo tarariras que pasaron los dos kilos ampliamente, y es menester que cada pescador cuente con su bogagrip y pinza con abreanillas y alicate para sacar los anzuelos de estas bocas dentadas y feroces que nos dan tantas alegrías.

En cuanto a técnicas, el baitcast será suficiente en estructuras pequeñas, con objetivos precisos, aunque en mi caso practiqué el spinning trabajando tiros en paralelo a la costa, que me dieron buenos piques en los veriles, bien marcados aquí. Sin dudas, esta especie de condiciones inigualables que nos bendice con su presencia, encuentra en el Río de la Plata y sus rincones más someros un ámbito ideal para divertirse en grande y volver, embarrados pero felices, llenos de recuerdos por contar y fotos para mostrar.

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2022-12-01T08:00:00.0000000Z

2022-12-01T08:00:00.0000000Z

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