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El padre de su “niña mimada”

Soy colaborador de Weekend desde hace solo 5 años –ya en plena era digital– y luego vino la pandemia: casi no he pisado nunca la redacción. De modo que nunca tuve el placer de conocer a Alberto Fontevecchia. Ni siquiera sabía que continuaba involucrado en el día a día de la revista que había creado en 1972. Supe más de él, recién desde su fallecimiento, el pasado 10 de septiembre. Y así me enteré de algo que me tocó una fibra propia y que me generó una empatía especial con alguien desconocido en persona para mí: saber que a sus 93 años le sobraban las ganas, energía e inteligencia para seguir trabajando, justamente en la revista donde yo trato de relatar mis mejores viajes por la Argentina.

Por lo visto, la revista de los viajes de su editorial era su devoción: su hija pródiga. ¿Podemos decirlo sin ofender a otros editores del Grupo Perfil? Era su favorita.

Mi conexión con Fontevecchia viene por el lado de que, para quienes nos dedicamos desde hace décadas a la crónica de viaje –y también editamos, libros en mi caso–, crear y producir un libro es un parto, a veces un poco doloroso, coronado por un éxtasis final.

Parimos libros –y revistas– que por supuesto son nuestros hijos. Un libro se imprime y queda cristalizado; ya no es mejorable: puede mantenerse o acaso envejecer, pero no cambia. Con una revista es muy distinto: nace bebé -–como un bebé grande que camina desde el primer día–, luego va creciendo, hay que mantenerla e incluso es posible romper la ley de la vida: se la puede modernizar y rejuvenecer, sin que parezca emparchada.

Parir una revista acaso se parezca más a tener un hijo, que en el caso de un libro uno lo publica y ya. La revista es un compromiso de por vida, un esfuerzo permanente para que no decaiga ni envejezca mal. Cuando la fundó, Fontevecchia tenía 42 años en aquellos remotos tiempos analógicos en que nuestras vidas eran más artesanales. ¿En qué año un colaborador habrá entregado por primera vez una crónica en diskette? (En mi caso fue en 1997). ¿En qué año ese mismo periodista envió una nota por e-mail por primera vez? (Yo creo que lo hice en el año 2000). La revista Weekend tiene el extraño privilegio de haberse desarrollado en las eras analógica y digital. ¿Será testigo de la era robótica?

En el siglo XXI Weekend se enfrenta a nuevos desafíos. Porque viajar para contarla se ha vuelto más difícil. En los últimos 50 años, las tecnologías de desplazamiento se aceleraron y los costos relativos cayeron: cada rincón del orbe es alcanzable. Pero es arduo encontrar un lugar del que se sepa poco y nada. La revolución digital no existía cuando Lévi-Strauss habló del “fin de los viajes” a mitad del siglo XX: “Quisiera haber vivido el tiempo de los verdaderos viajes”. Si lo vivificante de viajar y reportear era el encuentro con el otro desconocido –o el descubrimiento natural– eso ya no existe: no hay más terra incognita. Solo habemus terra digitalis.

Hoy, al viajar, uno ya solo certifica y reconoce territorio conocido. La imposibilidad de lo inexplorado, sin embargo, es un convocante desafío. De lo que se trata –más que nunca– es de entrever; de ver lo que otros no ven: la única manera de descubrir algo es con una interpretación original de lo ya conocido. Lo lejano está cerca. El mundo fue milimétricamente cuantificado, historiado y estudiado por antropólogos, arqueólogos, filósofos, geógrafos y sociólogos, enfocados en cada tribu urbana y aborigen de ayer y hoy. Cada microrregión fue cronicada, documentalizada, escenificada en cine, digitalizada calle por calle y casa por casa con Street View y Google Earth, mapeada con Google Maps, filmada y fotografiada por millones de smartphones: todo llega con solo googlear. Ya no quedan montañas sin escalar y el sistema solar ofrece pocos enigmas: los chinos han alumbrado el lado oscuro de la luna.

El hecho es que el joven Fontevecchia –ese hombre laburador– le metió pila, creatividad y energía a su “hija viajera” hasta sus 93 años. Eso me inspira un profundo respeto (y un deseo íntimo de envejecer así). Desde aquí, en su homenaje, nuestro compromiso de seguir poniendo lo mejor de nuestro oficio –incluso a veces nuestro arte con la palabra y la fotografía– para que su hija –que ha cumplido 51 años, o sea nada– llegue a su propio 93 aniversario rejuvenecida, moderna, joven y madura a la vez. Como su creador, entregado el periodismo ya por mero placer.

INFORMATIVO

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2022-12-01T08:00:00.0000000Z

2022-12-01T08:00:00.0000000Z

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