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Dorados en aguas interiores.

Las Cuevas, en Entre Ríos, se ubica a casi 400 km de la Ciudad de Buenos Aires y, pese a su gran cantidad de dorados, es un pesquero poco visitado. En esta ocasión capturamos decenas de ejemplares, varios de 4 kilos.

Por Julio Pollero.

Las Cuevas, en Entre Ríos, se ubica a casi 400 km de la Ciudad de Buenos Aires y, pese a su gran cantidad de dorados, es un pesquero poco visitado. En esta ocasión capturamos decenas de ejemplares, varios de 4 kilos.

Raaaaro...”, diría un famoso conductor de televisión: nos fuimos a la provincia de Santa Fe para pescar en Entre Ríos, realmente raro. El tema es que con un grupo de amigos teníamos en mente como destino final el pesquero Las Cuevas, pero con la idea concreta de llegar hasta ahí con los servicios del guía Luciano Davicino, gran conocedor de la zona que tiene su embarcación y su punto de partida en Puerto San Martín. Particularmente, lo llamé por teléfono, le comenté la idea y enseguida me dió el visto bueno para realizar la travesía.

Las Cuevas o Puerto Las Cuevas no es uno de esos pesqueros tradicionales de gran infraestructura pero, sin embargo, cuenta con todo lo necesario para realizar, en este caso, una pesca muy entretenida en diversos sectores de humedales, arroyos o –directamente– sobre el río Paraná. Es un pueblo del departamento de Diamante muy visitado por turistas cordobeses, santafecinos y –desde ya– porteños que se llegan hasta allí por excursiones de pesca y algunas otras actividades. Al igual que en nuestras últimas salidas, en esta ocasión la idea era también buscarlos con artificiales tanto con spinning o baitcasting.

Los equipos estaban conformados por cañas de 1,80 a 2,10 m de largo con potencias máxima de 17 lb (1 lb = 0,453 kg); reeles de bajo perfil y/o frontales cargados con hilo multifilamento de 40 lb de resistencia y una batería incontable de señuelos de diferentes colores y acciones para cubrir los distintos sectores de pesca. Como para tener en cuenta, anduvieron muy bien las mojarras NG chicas, también las Rapala SSR 9 y Shad Magnum, todas con paleta shallow. En cuanto a bananas, las Raptor, Paraná Lures, Voraz y Alfers con paleta 1 y 2 resultaron muy efectivas. En zonas bajas rindieron los Gozio Chake y Fatty. Ojo, estos fueron algunos de los que

tiramos al agua, ustedes no dejen ninguno en casa, a todos los modelos les van a encontrar utilidad en cada momento y circunstancia. A los equipos y señuelos les sumamos cable de acero, pinza saca anzuelos, anteojos, gorra con visera y los elementos para cambiar como anzuelos y anillas. ¡Ah! También tuvimos la oportunidad de ver y fotografiar a algunos pescadores que le dedicaron su tiempo a la pesca con mosca, y para ello utilizaron cañas y reeles para línea 5/6, tanto de flote como de hundimiento, según los lugares a cubrir. En cuanto a las moscas, fueron siguiendo los patrones de volumen y colores de acuerdo con el gusto del pescador, pero que no escaparon de las rojo con negro, verdes con amarillo y rojo, blancas, y algunas con el típico flashabou que le da un toque luminoso.

Fuimos para hacer una pesca diaria o sea que volveríamos en la misma jornada, así que llegamos muy tempranito a Puerto San Martín. El Negro Davicino ya tenía la embarcación lista para tirarla al agua y comenzar con la navegación, tras atravesar un poco de neblina y humos del cambio climático sobre el río.

Precalentamiento

El día pintaba de lo mejor, y así lo fue. De camino, los pescadores fueron armando sus equipos sin saber que a unos 10 minutos de navegación el guía los haría probar sobre las características barrancas del lugar. Les cuento que en ese precalentamiento ya hubo capturas. “¿Para qué nos vamos, si acá hay pesca?”, decía uno de los aficionados. A lo cual la respuesta fue: “Esto es solo para calentar las muñecas, vas a ver que allá (en referencia a Las Cuevas) habrá más y mejores piques”.

Con ese entusiasmo y habiendo navegado un ratito más, hubo otras paradas en la zona de Timbúes y en San Lorenzo, ambos con idéntica respuesta; muchos piques de dorados chicos y medianos, pero que se disfrutaban, y divertían con sus saltos y corridas. Bueno, luego de ir probando y calentando muñecas como dijo el guía, llegamos hasta los primeros humedales en la zona de Las Cuevas: aguas cristalinas, correderas pronunciadas entre calles de camalotes, cambios de agua y algunas estructuras con mucho valor para pescarlas. Uno de los compañeros puso un señuelo que no bajara más de 70 cm, otro probó con una banana paleta 2 y el tercer pescador puso un señuelo de subsuperficie. Cuando el guía dijo “cañas al agua”, al tercer manijazo todos tenían un dorado clavado: estaba lleno y todo funcionaba, era una fiesta.

Ante situaciones así, los aficionados están con el frenesí de la pesca, por lo que hay que actuar de manera muy tranquila, porque muchas veces el desprendi

miento de un señuelo o una mala manipulación puede traernos algún accidente innecesario. Entonces, todos debemos actuar con precaucion sin dejar de disfrutar el momento del pique. Sinceramente, era una fiesta, sólo había que tirar el señuelo unos metros hacia adelante y era un pique asegurado, aunque los dorados no superaban los 2 kg de peso. Se dice que los dorados chicos son más rápidos que los grandes, y eso es porque llegan antes al engaño.

Ante esa muy buena excusa de no dar con los grandes, cambiamos de lugar para intentar con alguno de mejor porte. En ese movimiento había unos mosqueros que también estaban disfrutando de su discipli

na, y vaya que lo hacían muy bien: en cada casteo se veía el ataque continuo de los dorados acechando sus moscas las que, seguramente, debían ir cambiando después de algunos piques continuos.

En busca de los más grandes

El guía se decidió por salir al río Paraná y buscar algunos palos semi-sumergidos y otros choques de agua para hallar los dorados más grandes. Aquí los señuelos que mejor funcionarían fueron los que pudieron profundizar un poco más de 1,50 m. Los pescadores tomaron posición y comenzaron con los lanzamientos. Esos tiros tan precisos que muchas veces tratar de lograr, hacen perder de vista algunos otros momentos fundamentales.

En unos minutos, una frenada brusca mientras se recogía un Bendy 12 parecía traer un dorado más grande de los que se venían dando. Y así fue: primer salto y automáticamente copo en mano del guía para poder levantarlo a bordo. Era uno de los lindos, poco más de 4 kg. Los piques no eran tan continuos pero cada uno de los que picaba era más grande que los logrados en la parte interna de la isla. Con señuelos más paletones se dieron las mejores capturas. También rindieron –y muy bien– los Cranks o llamados gorditos, como el Velociraptor, el Rapala DT 9 y Bomber A.

Se hacía tarde y había que volver a casa, pero siempre intercambiando conceptos mientras navegábamos hacia la guardería. Todo coincidía que habíamos elegido un muy buen pesquero sin tanta difusión y que cumple con creces con todo lo que el pescador busca en el momento de estar pescando. El río se está moviendo, va cambiando de fisonomía, de altura y muchas veces no encontramos un día igual al otro, pero podemos asegurar que en el momento de hacer el relevamiento, como decimos habitualmente, había más peces que agua, y de eso trata nuestra alegría por haber disfrutado de una magnífica jornada llena de saltos y corridas, donde hasta pudimos darnos el gusto de probar distintos tipos de señuelos y obtener las mismas respuestas. Las Cuevas existe y bien vale una visita.

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2023-06-06T07:00:00.0000000Z

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