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El otro Fin del Mundo.

Un viaje diferente: en 4x4 recorrimos los highlights de la isla de Tierra del Fuego. Tolhuin, Cabo San Pablo, Hito I, Puerto Almanza y estancia Túnel. Junto a ellos, lagos increíbles, barcos, faros y hosterías abandonadas.

Por Marcelo Ferro.

Un viaje diferente: en 4x4 recorrimos los highlights de la isla de Tierra del Fuego. Tolhuin, Cabo San Pablo, Hito I, Puerto Almanza y estancia Túnel. Junto a ellos, lagos increíbles, barcos, faros y hosterías abandonadas.

Hay otro fin del mundo. Más solitario, áspero, rebelde y desconocido. Fuera de circuito sería la descripción apropiada, porque no es imposible, pero sí para almas inquietas, aventureras, para esas que hurgan más allá de los paisajes de folleto. Así comenzó el bosquejo de esta travesía, allá por octubre de 2022, tras el primer relevamiento de caminos off road en Tierra del Fuego. “Fue realmente un proyecto asombroso desde su génesis –relata Verónica Romaña, directora de Mainumby4x4–, porque resultaba diferente a todos los que

veníamos haciendo: implicaba llegar en avión a Ushuaia, que en el aeropuerto nos esperaran siete camionetas alquiladas con todo el equipamiento y la documentación listos para partir, coordinar 10 platos (150 cubiertos) regionales gourmet diferentes y en establecimientos distintos para almuerzo y cena, trackear 1.000 km al milímetro, marcar más de 60 waypoints, solicitar varios permisos de acceso, recorrer decenas de hoteles para seleccionar los mejores y contratar lugareños que nos contaran la historia de cada sitio como solo ellos la conocen... Con la travesía finalizada, hoy el resultado nos llena de orgullo, porque salió como la soñamos: impecable. Jamás se había realizado un recorrido así, hasta donde se terminan cada una de las rutas de la isla: la 3 en los extremos Norte (Hito I) y Sur (Bahía Lapataia, Km 3.078), y la A hasta donde llega su traza, 70 km antes de caernos del mapa”.

Barco fantasma

El primer impacto a los sentidos llegó con el Desdémona: un buque mercante construido en Alemania, que en 1985 encalló frente a las costas del cabo San Pablo. Allí llegamos tras 50 km de ripio escénicos de la Ruta A, traza que nace en la RN 3 y finaliza dentro de la estancia María Luisa. Es el último punto sudoriental de la Argentina al que se puede acceder con vehículo. La historia oficial cuenta que el Desdémona se dirigía desde Comodoro Rivadavia a Tierra del Fuego con 20.000 bolsas de cemento cuando el motor sufrió una avería. En Ushuaia descendió parte de la tripulación (solo quedaron 20) y se intentó una reparación, pero el desperfecto no fue solucionado. Aún así, partió hacia Río Grande a mínima potencia y buscando refugio frente a las mareas y el viento pero, tras pasar el cabo San Pablo, tocó fondo. El capitán decidió hacer una maniobra para poder salir pero la popa chocó con una restinga que no aparecía en la carta náutica, lo que le produjo un agujero por donde comenzó a ingresar el agua que inundó las bodegas. Sin embargo, hay otra historia más conspirativa que Miguel relata al detalle mientras en su establecimiento saboreamos róbalo a la pizza y empanadas de salmón, al tiempo que, de reojo y a través de la ventana, observamos el pecio en bajamar. En breve llegaremos con las camionetas hasta su casco abandonado hace casi 30 años.

Cabo San Pablo es de esos hallazgos que dejan mudos de estupor ante la soberbia del paisaje: un camino que serpentea entre bosques de lengas, estancias, un río que desemboca en forma subterránea (el Ladrillero), acantilados de postal, olas que irrumpen en el silencio de la orilla... Y un faro inclinado. Un faro de película que en diciembre de 1949 dejó de iluminar el

horizonte tras un movimiento sísmico, lo que motivó que fuera desactivado y reemplazado por una torre troncopiramidal amarilla de 6 m de altura que se alimenta mediante energía solar, y que a lo largo de 22 km (12,5 millas náuticas) pone en alerta a las embarcaciones que surcan el Mar Argentino. Llegar hasta allí en 4x4, fotografiarlo y fotografiarse... Pensar ese lugar 75 años atrás es el croquis de una utopía.

Fuera de ruta

Desde Tolhuin a Río Grande hay unos 130 km de asfalto por la RN3, sinónimo de cero aventura. Por las rutas complementarias H y F la distancia es más larga: 168 km no tradicionales que nos sumergen en el corazón de la isla, en el reflejo del sol que tiñe el follaje de dorados y ocres otoñales; en paisajes de nombres difíciles, irrelevantes para los mapas convencionales y hasta desconocidos por muchos fueguinos: “¿Lago Chepelmuth? ¿Lago Yehuin?, ni idea”.

En la búsqueda incesante por estas y otras huellas abandonadas (como la vieja traza de la RN 3 a la altura de Paso Garibaldi, el más austral del mundo) descubrimos tres hosterías abandonadas frente a panorámicas de postales, impertérritos esqueletos de épocas de esplendor por los que el viento suspira a través de los vidrios rotos y puertas asoladas. Edificios tan de película como el Desdémona y como los majestuosos cascos de estancias que se erigen a diestra y siniestra del ripio. “Los números en los techos de chapa son para ubicar el lugar con facilidad desde

el aire en caso de emergencia. Si ese número tiene un círculo quiere decir que en las cercanías hay una pista de aterrizaje”, aporta el guía a través de la radio VHF.

Un encuentro distópico fue con la estancia Túnel (foto de tapa de esta edición). Se accede a través de un bosque tras un trekking de una hora de baja dificultad desde la baliza Escarpados, ubicada en un desvío de la RN 3, en las afueras de Ushuaia. A la derecha, siempre el imponente Canal Beagle, tan calmo en esta ocasión que nos permitió detenernos en varias oportunidades para avistar ballenas: su perfilada silueta, su resoplido, su armoniosa cola ondeando en el horizonte.

El sendero termina en una tranquera. Decenas de metros adelante y allá abajo, lo que en 1905 fue una empresa forestal, un aserradero fundado por un francés: Georges Ernest Gagey, en una época en que la población llegaba a dos habitantes por legua (4,8 km) en promedio. A la intemperie, el presente de sus máquinas oxidadas proyecta la envergadura de un pródigo pasado, la tenacidad del hombre para trabajar en condiciones adversas, las ansias de progreso.

Un silencio sepulcral lo domina todo. Inhalamos profundo: aire fresco, limpio, bucólico...

A Puerto Almanza llegamos un jueves a través de la Ruta J, a punto para almorzar empanadas y sorrentinos, ambos de centolla, en un restó con vista al Canal Beagle. Este pequeño poblado nació en 1966, cuando un Destacamento de la Prefectura Naval Argentina se asentó para vigilar la isla chilena Navarino, en el marco de las disputas territoriales que enfrentaban ambos países. Fue recién en 1991 cuando llegaron los primeros pobladores civiles y en 2001 cuando se establecieron definitivamente.

Qué hay en Puerto Almanza

Allí encontraremos un muelle que da refugio a embarcaciones de pesca y turismo, vestigios de armas militares de aquellos años y un puñado de casas particulares dispersas a lo largo de 12 km, donde viven las pocas familias que apostaron a pasar su vida allí. Cuando el viento lo permite, los pescadores artesanales salen en sus embarcaciones y pasan horas en las gélidas aguas del canal buscando centollas (se atrapan mediante un tubo cilíndrico que tiene carne de caballo como cebo), centollones, cholgas, mejillones y otros moluscos de mar,

lo que dio origen a restaurantes locales que hoy en día son el sustento de muchos hogares.

Off road nocturno

Cuando el sol estaba a punto de caer, remamos en kayaks sobre las aguas del lago Escondido –Km 3.000 de la RN3–, lo que resultó un aperitivo para lo que vendría a continuación: off road nocturno a través de viejos caminos de aserraderos de los años ‘40. El follaje espeso filtraba la luz de la luna llena. Transitamos casi dos horas a través de un bosque oscuro de barro espeso. Trepamos y esquivamos rocas siguiendo las indicaciones del guía, apenas iluminado por las luces de las camionetas. Como siempre ocurre, lo mejor quedó para el final: tras la exquisita cena en una cabaña oculta entre los árboles llegó el mejor vadeo icónico del planeta: el del Fin del

Mundo, el del Fagnano, un lago reconocido por sus artes de pesca y navegación, pero jamás soñado por el off road. Y allí fuimos, a sumergirnos en la oscuridad de sus dulces orillas de roca y arena. Siete camionetas surcando en caravana las aguas del espejo más grande de Tierra del Fuego será algo difícil de olvidar e igualar.

Cambio de bandera en el Hito I

Hagamos este ejercicio: pensemos el mapa de la Argentina. El extremo Sur se llama Punta Dúngenes. Ahí se acaba el continente. Ochenta kilómetros hacia el Oeste –Km 2.673,95–finaliza la traza de RN 3 que nace en la Av. General Paz, pero que 30 km después de Punta Dúngenes continúa en el extremo Norte de la isla de Tierra del Fuego (Km 2.674), precisamente donde se encuentra un puesto de vigilancia y control de tránsito marítimo de la Armada Argentina, habitado por tres infantes de marina del Batallón de Infantería de Marina 5.

Geográficamente, la región se denomina cabo Espíritu Santo, un accidente que delimita la frontera entre la Argentina y Chile en el extremo Sur de la boca atlántica del Estrecho de Magallanes. Allí también hay un faro –el Magallanes–, una estructura de hierro de 13,5 m de altura que comenzó a destellar en 1976; un alambrado que marca el límite fronterizo, un puesto chileno y un hito, precisamente el Hito I de Tierra del Fuego (hay 24), un sitio recóndito al que pocos se atreven.

Sin embargo, esta expedición de Mainumby4x4 sí estuvo allí para –previa autorización de los infantes de marina y junto a ellos– arriar la vieja bandera argentina que ahí flameaba e izar una nueva donada por los integrantes de la travesía. Mientras eso ocurría, en los parlantes de las camionetas sonaban las estrofas del Himno Nacional Argentino que todos entonamos conmovidos. Otra vivencia mágica que dejó su huella imborrable en nuestras almas durante estos seis maravillosos días de travesía en el otro Fin del Mundo.

Mainumby4x4 agradece la colaboración de: Campinox, Spinit, Walter Cayo, Rubén Arismendi, Diego Villarreal, Miguel Capdet, Silvia Sosa, la Infantería de Marina del Hito I y Geisa Travel.

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