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La Ruta del Gran Paraná.

La pesca de flechas de plata en muelles es apasionante porque exige al pescador constantemente, sobre todo en una temporada de arranque tardío con piezas de gran calidad.

Wilmar Merino.

La pesca de flechas de plata en los muelles del Guazú es apasionante porque exige al pescador constantemente, sobre todo en una temporada de arranque tardío con piezas de gran calidad. Por

El clima pasa a ser un jugador fundamental en los momentos de pesca, y cada temporada va cambiando con respecto a las anteriores, por lo que los parámetros que otrora marcaron pautas claras, ahora ven como la historia se reescribe al compás de un calentamiento global indiscutible.

Entonces, aquellos recuerdos de abriles empezando a pescar pejerreyes en los muelles del Guazú pasaron a ser los mayos, y tal parece que los mayos, otrora rendidores, tienen muchas ganas de volverse junios. Es que los más de 20 grados que se registraban a diario hasta hace pocas semanas hacían que el agua turbia del Guazú no decantara lo suficiente y los grandes cardúmenes de flechas de plata tardasen aún más en hacer su arribo firmes.

Pero claro, ahora mayo –que antes era ya un mes de temporada plena– pasa a ser el del arranque, el de la llegada de los matungos, esa primera arribada de los “Gran Paraná” que van haciendo punta en su migración al norte, que son capaces de llegar al sur de Corrientes por el Paraná y hasta la infranqueable pared que representa la represa de Salto Grande, en Concordia.

Un mes “matunguero”

Por eso mayo es un mes matunguero, un preludio de un junio que será un mes de tamaños entreverados, donde habrá pejerreyes para todos los gustos: cornalitos y junqueros cerca de las bases de los muelles y barrancas, y buenos pejes río afuera, mezclándose con un montón de medianos que seguramente lo van a primerear a la hora de arrebatarles la carnada a los buenos. Por eso estas primeras semanas son vitales para lograr trofeos, porque el chiquitaje espera condiciones óptimas, mientras los viejos exploradores avanzan pechando el agua barrosa que trae recuerdos de cordillera y Bermejo.

Ante este clima que contradice al calendario los peces, como seres vivos que son, también sufren este desconcierto. Doradillos, pirapitás y manduvas le proponen un ver

dadero campo minado a los pejes chicos, alentados por los calorcitos que hacen que el agua, como toda masa líquida, demore mucho más en enfriarse. Más puntos a favor de los pejes grandes, que zafan por tamaño de aquellas fauces.

El caso es que, para la presente, fuimos por los grandes a un camping que reunía las condiciones de rendimiento que estábamos buscando en esta opción de calidad: “Se están dando pocos pero muy buenos en Vidal”, alertó Alejandro Pérez, pescador zarateño y fabricante de líneas que es nuestro faro de referencia en la zona. Y allí fuimos, llegando desde Buenos Aires en dos horas, por camino íntegramente asfaltado, para realizar la pesca en el tramo desnudo de costa (en rigor, el que se quedó sin muelle porque el río se lo llevó). Es bien sabido que el Guazú come barranca del lado entrerriano y deposita sedimentos en bancos en el lado bonaerense. Y eso de comer barranca no es metafórico: al sitio de nuestro relevamiento, el recreo Vidal, le falta el último muelle afectado por la acción del río, lo que deja un amplio espacio despejado para caminar desde arriba de la barranca acompañando la línea. Mientras que los dos muelles del camping son más aptos para pescas de fondo, esta zona de barranca cuenta con un remanso al final que es área de fuego para grandes pejerreyes que suelen picar allí donde la línea desacelera su deriva.

Equilibrio caña-línea

Esta vez el amanecer en el camping no nos dejará el recuerdo de las mañanas frescas de antaño, que arrancaban jornadas pejerreyceras echando humo por la boca al hablar y apurando un cimarrón antes de iniciar la faena. Esta vez, la cosa fue en remera y buzo, quitándonos el segundo a media mañana.

El equipo ideal consiste en cañas de 4,30 m y líneas que no superen los 4 m desde pilotín a puntero. Las boyas pueden ser esféricas o en formato cometa medianas,

siendo recomendado el uso de un puntero cónico armado de modo invertido (el lado grueso hacia nosotros y la punta hacia atrás), rematado en un rotor giratorio del que sacamos una brazolada de 50 cm (lastrada con dos municiones). Los anzuelos para tentar pejes grandes van del 1 al 2/0. Y contar con mojarras grandes vivas es fundamental, así como también rinde a veces sumarle un filet de dientudo o sardina bien rebajado, colgado de una sola pasada como remate de la mojarra enhebrada de cola a cabeza.

La pesca no fue fácil, aunque en la primera pasada metí un pejerrey que me hizo suponer lo contrario. En un ida y vuelta constante, entre unos 20 pescadores presentes el día de nuestra jornada, se fueron dando pocos pero enormes pejerreyes, entre mayores capturas de lachas, doradillos, chafalotes y hasta un cabeza amarga.

Los piques, eso sí, eran firmes y decididos, propios de estos grandes y bocones cazadores que no desdeñan un bocado al paso bien servido. En el caso de los que usamos líneas cometa o chupe

tonas chicas, éstas se desplazan de costado, rompiendo la línea y disparando velozmente hacia un costado. Rara vez hundían. En cambio, con las boyas esféricas sí se producían hundimientos. Párrafo aparte para el puntero pescador, que colecta la mayoría de los piques y que, al trabajar invertido, primero se acuesta y luego sale apuntando con su parte fina en dirección adonde el pez lo lleva.

Trofeos para cuadro

Como dije, los tamaños sorprenden: capturas promedio de pejerreyes de 400 y 500 g con algunos Gran Paraná de 800 g, verdaderos trofeos para cuadrito. Esta pesca orillera es, a mi criterio, mucho más disfrutable que costosas travesías de embarcado y exige mucho al pescador para lograr el éxito buscado: una buena preparación de líneas y carnadas, nudos bien hechos (hemos visto perder matungos por corte), revisión de nailon de brazolada constante (doradillos y chafalotes los mellan), la colocación o no de municiones partidas para lograr que las brazoladas bajen a la profundidad deseada y –sobre todo– un constante trabajo de prueba y error de brazoladas a distintas profundidades para tratar de encontrar el largo adecuado que nos dé más respuestas.

Esta vez, la franja del éxito estuvo entre los 30 a 60 cm, que es donde se dieron la mayoría de los pejes. Sin embargo, mis compañeros de pesca me contaron que no les fue mal en días previos alargando brazoladas hasta un metro. Ante ese panorama de pejes que comen abajo, habrá que retirar una de las boyas y distanciar bien las otras para que no se toquen sus brazoladas.

Del lado bonaerense, allí donde el río embanca arena y hace más playas, el agua suele encontrar remansos y quietudes convenientes para un peje más chico, pero en compensación más abundante que en la costa de enfrente. Esto no quita que, con buenos lances adentro ganando distancia, obtengamos también los primeros buenos matungos de la temporada en espacios a los que hay que pagar para acceder, como el camping Keidel o los clubes para asociados como la Asociación Argentina de Pesca (al lado de Keidel, en el Talavera y el Guazú) o el Guazú (5 km más abajo del segundo puente). Las obras de mantenimiento de estos espacios logran que el aficionado pesque cómodo y seguro, a diferencia de algunos otros precarios muelles de alquiler donde el pescador es llevado en lancha, abandonado a su suerte sobre el agua sin posibilidad de moverse y retirado a la hora convenida con el lanchero. Sin dudas, el arranque de temporada (tarde pero seguro) es un gran momento para buscar un trofeo antes de que llegue el chiquitaje.

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2023-06-06T07:00:00.0000000Z

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