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Legoland está en la Florida Central, EE.UU.: actividades para todas las edades.

Florida Central tiene una oferta diversa que se adapta a todas las edades, desde prácticas deportivas y comida sana a Legoland y Peppa Pig para los chicos.

Textos y fotos: PATRICIA DANIELE

Hay una convención de la que no es fácil escapar: cuando se piensa en el centro de la península de Florida, aparecen enseguida Disney y Universal. Pero la zona ofrece mucho más: es un área de construcciones bajas entre lagos, y avenidas cómodas y rápidas, en la que hay tanto parques temáticos como jardines creados en los años ’30, infaltables paseos en bote, playas, piscinas y una gastronomía sureña que encanta al paladar. ¡Hasta un safari con animales africanos rescatados y la oportunidad de aprender a hacer wakeboard! Todo atendido por personas que siempre están sonrientes y son muy amables, tanto en inglés como en castellano. Conozcamos Florida Central, un ámbito ideal para unas vacaciones inolvidables.

O Chicos y grandes por igual

Comencemos por un parque de atracciones pensado para todas las edades: Legoland Florida, hermano del creado en 1968 en Dinamarca. Desde el ingreso al predio ubicado en Winter Heaven (con una superficie de 59 ha y 10 años de existencia), se tiene una visión lúdica: está pensado para chicos de 2 a 12 años pero lo cierto es que los adultos no se excluyen. Hay atracciones como la nueva la Pirate

River Quest, en la que un bote comandado por un pirata lleva a recorrer un derrotero náutico a la búsqueda del tesoro. También una competencia en simulador inspirada en Lego Ninjago o subirse a las cinco montañas rusas. Allí hay mucho para experimentar, visitar, caminar y disfrutar. Y todo está incluido en la tarifa de U$S 84 por día (hay planes para más jornadas) o un combo con acceso al parque acuático y a Peppa Pig, que está al lado, para los más chiquitos.

A la hora de comer o tomar un refrigerio hay opciones distribuidas por el parque, casi siempre a

modo de food truck en versiones saludables y de snacks. Una de las cosas más simpáticas que se venden son mini legos que los empleados ubican sobre sus gafetes y que los chicos intercambian tanto con el personal como entre sí.

Por supuesto que al terminar cada juego hay una mini tienda, pero la más grande está a la salida y tiene de todo para armar. Indefectiblemente la jornada termina en un auditorio ubicado junto al lago, para ver las acrobacias de un grupo de avezados deportistas acuáticos que representan a los marineros de un pirata despiadado. Son fantásticos y hasta usan un Flyboard Air para sus trucos. Inevitablemente, los espectadores serán mojados.

Al lado de la entrada, por separado está el Legoland Hotel y el flamante Legoland Pirate Island. Ni bien se ingresa, los chicos tienen a su disposición bloques para encastrar. Las reservas se manejan de manera digital y siempre hay un humano para asistir a los viajeros. Incluye restaurante y pileta. Los pasillos y las habitaciones son

temáticos hasta en la iluminación, el baño y las paredes.

Y ya que estamos acá, damos un paseo en el bote descubierto comandado por el capitán Drew, muy cómodo, de Living Water Pontoon Boat Cruises, mientras va mostrando las casas costeras del área, algunas de los años ’30 y ’40 (entre ellas la del creador del Wakeboard), cuenta un poco de la historia de la zona y hasta se puede avistar algún cocodrilo (siempre de lejos), en un recorrido tranquilo y placentero, ideal para terminar la jornada antes de volver al hotel.

Africa en la Florida

La ciudad cabecera es Lakeland, la más grande del condado de Polk. Tiene una costanera que rodea un enorme lago con cisnes y patos. Empezaron cuando la reina Isabel de Inglaterra les donó una pareja de cisnes en 1955 y se reprodujeron hasta crear la gran población de hoy. Es linda, con locales comerciales para caminar mirando vidrieras y restaurantes como el Nineteen Sixty-One de impronta cubana, en el que se disfrutan delicias como un ceviche muy especial o los arroces característicos de la isla.

Con la intención de recaudar fondos para rescatar animales africanos, Lex Salisbury instaló Safari Wilderness Ranch en esta área. Ofrecen varias opciones para recorrerlo y entrar en contacto con las especies que albergan: a caballo, en camello o en un camión techado con asientos que es el más popular. Subimos a este último guiados por JJ, que da las recomendaciones antes de partir, va explicando su forma de vida en la reserva e indica en qué momento se pueden alimentar a cebúes, llamas, antílopes, cebras, cerdos de Nueva Zelanda, cabras africanas, venados y hasta búfalos del Congo. Todos se acercarán a buscar alimento de nuestras manos.

Mientras se hace el recorrido se avistan otras especies, como manatíes o lémures, pero lo mejor de la jornada es ir al jardín cerrado en el que viven estos animalitos de cola rayada para darles uvas. Ellos

toman la mano del visitante para pedir la fruta y la comen. El precio es de U$S 139 por adulto, solo se ingresa con reserva previa.

En busca de adrnalina

Queremos un poco de aventura, así que vamos a Elite Cable Park a aprender los rudimentos del wakeboard. En lugar de usar lanchas tienen un sistema de torres unidas por cables sobre los que corren las cuerdas con manubrio de las que se sujeta cada deportista. Primero nos explican los movimientos que hay que hacer, en una etapa inicial arrodillados para acostumbrar a los brazos a manejar el tirón, haciendo la salvedad de que, si nos caemos (lo que va a ocurrir), tendremos que nadar con la tabla hasta las pasarelas que bordean el predio de práctica y llegar caminando al punto de partida. El ejercicio es intenso y rápido. Eran muchas cosas para acordarse en una sola vez y el chapuzón llegó en la curva. Se volvió a intentar hasta el momento de poner los pies dentro de las botas fijas a la tabla, para hacer el intento vertical. Es conveniente tomarse varios días para el aprendizaje, cuesta entrar en confianza y los músculos quedan doloridos por el esfuerzo.

Al lado está Camp Margaritaville RV Resort & Cabana Cabins, pileta con bar incluido y una vista a las destrezas de los wakeboarders refresco en mano. Está poblado de motorhomes modernos, de esos que tienen sectores de expansión hidráulica para ensancharlos cuando paran. También hay pequeñas cabañas blancas

para pasar unos días junto al lago. Es todo sol, agua y relax.

Por ser un área lacustre, no es de extrañarse que en esta zona el verde sea un paisaje habitual. Pero hay unos jardines en particular que se llevan todas las miradas (y las visitas): Bok Gardens fue creado por un inmigrante holandés dedciado a los medios de comunicación, Edward Bok, que en 1922 compró un terreno alto (desde el cual se ven las plantaciones de naranjas) y le encargó la tarea de incoporar cientos de variedades de árboles y plantas a Frederick Law Olmsted Jr. Así se crearon espacios para el descanso y pequeños lagos con carpas que se pueden alimentar. Todo culmina en una hermosa torre de 1929 con de 200 pies de altura (casi 61 m) que no es un mirador: es un instrumento musical. En el interior de la Singing Tower hay 60 campanas que recrean música de todos los tiempos, de Mozart a Lady Gaga. Para lograrlo el ejecutante (un carrilloneer) las toca como si fuera un órgano. Practica todos los días, así que cuando no hay concierto, igual se lo puede escuchar a Geert D’Hollander mientras trabaja.

Mucho verde

La encargada de revelar el legado de Bok fue Erika Smith, relaciones públicas del lugar. El ingreso es pago (U$S 17 por adulto), se puede pasar el día, es pet friedly y tiene restaurante (el Blue Palmetto Café). La parte educativa incluye instrucción infantil sobre plantas, horticultura y su aprovechamiento culinario. Abre todos los días y el año pasado fue el escenario de 65 bodas.

El otro espacio verde que está en las cercanías, nuevo y gratuito, es Bonnet Sptrings Park. Inaugurado en octubre del año pasado por el ayuntamiento de Lakeland, rescató un área ferroviaria que estuvo abandonada por 100 años. Tiene sectores de juegos, una pasarela enorme y alta para caminar entre los árboles, salones de fiestas, aulas, huerta, jardín botánico con plantas nativas del estado y el Florida Children’s Museum, estacionamiento gratuito y un carro que lleva a recorrer el lugar. Lo más atractivo es el mariposario, al que se ingrea en grupos reducidos para ver esas bellezas de cerca.

El museo infantil abrió en noviembre con actividades lúdicas que representan la vida de los adultos, la ejecución de instrumentos, y un sector para bailar y cantar. Está preparado para atender a personas con autismo y la entrada sale U$S 15. Abre de 8 a 17 y pueden entrar y salir todas las veces que quieran, ya que enfrente hay una gran cafetería. Ojo, los fines de semana se llena.

Para conocer esta otra cara de la Florida aconsejamos alquilar un auto. En este estado las distancias son grandes, incluso desde el aeropuerto de Orlando, el.más cercano.

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