Kiosco Perfil

CésAr TroNCoso

personaje, Pedro. Se muestra a un padre desesperado y equivocado en los vínculos, que en parte destruye a la familia.

—¿Qué características tiene filmar en Buenos Aires?

T: Las películas más o menos se hacen todas iguales, la diferencia está si hacés una de superhéroes en Hollywood, donde tenés un telón verde atrás. Después, nuestras ficciones tienen el mismo modo, lo que marca la diferencia es el país. Brasil tiene mucha potencia a nivel económico, pero lo que sucede en el cine independiente es igual tanto en Brasil, Uruguay como en Buenos Aires. Lo que cambia notoriamente es que en Argentina uno sabe que comparte el podio con México, ya que hacen cine desde hace muchos años y siempre de alta calidad. Tienen una cinematografía de primera, aunque también tienen bagayos. (Se ríe) ¡No vaya a ser que se la crean! En Uruguay recién en el 2000 empezamos a tener continuidad. Siento orgullo y compromiso que me convoquen para este tipo de películas ya que sé que mi nombre no ayuda a cerrar una coproducción. Las condiciones de trabajo son distintas, hay otros horarios, ya que ustedes por el gremio tienen muchos derechos ganados. Por eso las jornadas son de ocho horas y no las 12 uruguayas.

C: Por mucho que viva en España, mi mayor caudal de trabajo está en Argentina. Para mí filmar en Buenos Aires es hacerlo en mi casa. Me inicié a los dieciocho años y mi carrera la asocio con mi país. Siempre veo equipos fantásticos, en la técnica y en la dirección, por eso es un placer. Pasé por varias etapas en España. Mi primera experiencia fue con un equipo español en Buenos Aires, cuando filmé Carne de neón de Paco Cabezas (2011). Siento que tenemos mucho en común. Cuando empecé a vivir en Madrid, luego en Barcelona vi que las diferencias se dan por los proyectos, si son más o menos comerciales. Pero siempre me encontré en ambos países con equipos profesionales muy buenos.

Si hay algo que no tiene fronteras para los actores es la precariedad laboral, e indudablemente la pandemia golpeó al sector. Cuando se les pide una reflexión sobre esta realidad, Andrea Carballo, desde España, dice: “La inestabilidad de esta profesión la aprendí desde muy joven. Hay que tener planes A, en paralelo, o planes B. El 2020 me encontró en un buen año laboral, había tenido varios trabajos, por lo cual estuve tranquila en la primera parte. Di clases vía Zoom y pude hacer algunos rodajes con muchos test previos. Además me puse a estudiar poesía y escribir. Sumé una pasión: me anoté en una diplomatura sobre vinos. Me hace mucho bien tener algo más además de la actuación. Me conecta con la realidad y me resulta muy sano aprender y estudiar temas nuevos. Te da humildad”.

Mientras que desde el otro lado del Río de la Plata, más precisamente en Montevideo César Troncoso confiesa: “No soy un buen ejemplo. Tengo continuidad laboral, pero además vivo de mi mujer, Adriana Fontán. (Se ríe) Ella tiene un salario fijo, porque trabaja en el Instituto de las Mujeres. Aunque yo paré unos meses de trabajar no estábamos en riesgo. Soy bastante reconocido y en el teatro tengo cierta convocatoria. Durante meses no pudimos hacer nada artísticamente, pero sabía que no me iba a morir de hambre. En Uruguay empezamos a hacer tanto teatro como cine con muchas medidas de prevención y con poco porcentaje de público. Sobre el final de la pandemia, con un foro pequeño hice el unipersonal Marx en el Soho de Howard Zinn. Para otros compañeros fue mucho más difícil. Fue duro, pero la vuelta vino con fuerza. Hoy es más complicado llevar público al cine de sala que al teatro”.

ESPECTÁCULOS

es-ar

2022-11-27T08:00:00.0000000Z

2022-11-27T08:00:00.0000000Z

https://kioscoperfil.pressreader.com/article/283197267345743

Editorial Perfil